La oportunidad de poner en práctica sus nuevas ideas vino en 1921, con la inauguración de un programa cultural instituido para llevar el arte a las masas. El gobierno mexicano comisionó a José Clemente Orozco, a David Alfaro Siqueiros y a Rivera para pintar una serie de ciclos de frescos para edificios públicos, instigando lo que vino a llamarse el Renacimiento Muralista Mexicano. Estos grandes artistas pintaron sobre las paredes de edificios públicos en todo el país. Sus obras crearon una nueva iconografía que representaba complejos temas sociales y nacionales, motivos religiosos y una perspectiva global pre-hispánica.
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